Hay evidencias de que la actividad física regular se asocia a beneficios físicos y psicosociales, tanto en la población sana como en la población que padece de enfermedades crónicas. Desarrollar la capacidad cardiorrespiratoria y la fuerza muscular son cualidades físicas fundamentales para la salud metabólica y el estado general. Si un individuo quiere conseguir una mayor esperanza de vida y sobre todo una mejor calidad de vida, lo mejor que puede hacer es implicarse en un programa de ejercicio físico que desarrolle dichas cualidades físicas.
A pesar de las recomendaciones generales de actividad física, el 31% de la población adulta es físicamente inactiva a nivel mundial, lo que convierte al sedentarismo en una de las pandemias del siglo XXI. En España, el 50% de los adultos son sedentarios. La inactividad física es un importante factor de riesgo de morbilidad y mortalidad y de una peor calidad de vida. Está altamente contrastado que las personas adultas activas tienen menor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y de mortalidad que las personas sedentarias.
La evidencia sugiere que el ejercicio regular puede producir una reducción de hasta el 30% en todas las causas de mortalidad, con un riesgo 35% menor de sufrir un infarto de miocardio, enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular. La práctica regular de actividad física moderada se ha asociado con una reducción del 40% del riesgo de síndrome metabólico y diabetes mellitus tipo 2.
Además, no se pueden no tomar en cuenta los beneficios psicosociales asociados con la práctica física: combate el aislamiento, la depresión y la ansiedad, ayudando a mejorar la autoestima, la funcionalidad-independencia personal y favoreciendo las interacciones sociales.
Una dieta saludable, especialmente apoyada en un patrón mediterráneo, junto con niveles adecuados de actividad física (al menos 150 minutos a la semana de intensidad moderada-vigorosa) son el mejor regalo que podemos hacerle a nuestro cuerpo.